miércoles, 8 de marzo de 2017

bibliotekariAs

DÍA 18:

Cuando comencé este trabajo acumulaba en mi manera ver las cosas todos los tópicos del mundo. Las bibliotecas eran lugares aburridos, silenciosos (de silencios muertos, grises), monótonos. Lugares de apuntes y manuales, lugares de caras largas. Y por supuesto las bibliotecarias (siempre ellas, siempre mujeres) formaban parte del tópico con un dedo siempre en los labios siseando, un moño y las gafas apoyadas sobre la punta de la nariz.

Trabajé un año con mi "antecesora" E. y descubrí una lectora voraz, intuitiva, lúcida y apasionada en sus juicios. Una lectora necesaria. Una lectora por necesidad.

Conocí a E. y descubrí a una bibliotecaria con alma de artesana y corazón de cuentacuentos. Con el mismo mimo que tejía, cosía, bordaba, cortaba, pegaba, creaba... encontraba en los libros retazos que rescatar, jirones que conservar, hilos de los que tirar. Se marchó un tiempo para tener un hijo. También eso lo hizo con mucho arte.

Vino S. y me enteré de lo que era una bibliotecaria gafapasta orgullosa de serlo. Alguien que amaba el silencio y el orden porque están llenos de palabras. Alguien que escuchaba mucho y observaba más. Alguien que hacía de la biblioteca un lugar habitado, un espacio amable, limpio, ordenado, luminoso, nuevo.

Aunque ya las conocía recuperé la memoria de dos mujeres grandes, inmensas, como su obra. María Moliner hizo un diccionario. Era bibliotecaria. Gloria Fuertes hizo versos. También era bibliotecaria.

Hoy, día de la mujer trabajadora, en el silencio ordenado y repleto de palabras de la biblioteca he imaginado como sería tener a las cuatro juntas. E. S. María y Gloria. Pues eso, estar en la Gloria.


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